lunes, 31 de enero de 2011

La conversación

Es como mantener una conversación en otro idioma que no dominas del todo. Captas palabras aisladas, que a veces comprendes y a veces no, completas el espacio entre frases con suposiciones que pueden apoyarse en el tono del interlocutor o el tema central al que parece referirse. Con esfuerzo, recreas para ti un panorama aproximado del sentido del diálogo y eso te permite intercalar un comentario ocasional, que esperas que no sea tomado demasiado en serio: cuando el otro te contempla de hito en hito, como preguntándose si estás de broma, un escalofrío te endurece la espalda. Entonces, sin previo aviso, cumples cuarenta años y te resignas.

domingo, 30 de enero de 2011

Los inmortales

El humor es el mejor producto químico de que podemos servirnos a la hora de mantener la literatura en conserva. Los libros cejijuntos, elevados, grabados en mármol, se deterioran sin remedio: el tiempo acaba por erosionar la piedra y la inscripción se vuelve ilegible. Sin embargo, en cuanto un autor muerto despierta en nosotros una carcajada o sencillamente nos hace combar los labios, se instala de golpe en el sillón donde recorremos sus líneas: es un método de resucitación comprobado. Los escritores serios tienen intérpretes, los otros lectores: Luciano, Swift, Voltaire, Cervantes, Sterne. La inmortalidad no es una fórmula, sino un chiste.

sábado, 29 de enero de 2011

El escorpión y la tortuga

Se supone que envejecer es la destreza del escorpión y la tortuga, que desarrollan un caparazón para protegerse de las agresiones externas. No es cierto. Me hago mayor, pero las cosas siguen doliéndome lo mismo que de costumbre, y a veces más. Anoche, en un documental, vi a un niño vietnamita de dos años abrasado por napalm y esta noche no he podido pegar ojo; en lugar de piel, el niño tenía una bandera rota en torno a la espalda y los tobillos. Chesterton dice no sé dónde que un hombre se volvió loco por no poder cesar de pensar en un matiz del color rojo. El padre de una amiga nuestra, octogenario, no puede encontrar el camino de regreso a casa cuando sale a pasear. Teresa, mi mujer, opina que el mal de Alzheimer es algo espantoso. Yo no.