domingo, 30 de enero de 2011
Los inmortales
El humor es el mejor producto químico de que podemos servirnos a la hora de mantener la literatura en conserva. Los libros cejijuntos, elevados, grabados en mármol, se deterioran sin remedio: el tiempo acaba por erosionar la piedra y la inscripción se vuelve ilegible. Sin embargo, en cuanto un autor muerto despierta en nosotros una carcajada o sencillamente nos hace combar los labios, se instala de golpe en el sillón donde recorremos sus líneas: es un método de resucitación comprobado. Los escritores serios tienen intérpretes, los otros lectores: Luciano, Swift, Voltaire, Cervantes, Sterne. La inmortalidad no es una fórmula, sino un chiste.
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...Totalmente de acuerdo...
ResponderEliminar...Seguiré de cerca la recién comenzada lección, a ver hacia qué anatómicos lugares nos lleva...
...Un saludo...