Mientras estamos ocupados, todo es llevadero: en cuanto nos detenemos, afloran los obstáculos. El primero en darse cuenta de que el edificio está torcido es el jubilado que mira a los albañiles desde el otro lado de la valla. El pecado es fruto del ocio, decían los viejos confesores de la época de mi padre: del aburrimiento, de la inacción. Esto es, de la reflexión. El desempleo igual no es tan malo: ha producido la entera historia de la filosofía.
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